El pico de la carrera política de Alberto Ángel Fernández duró poco, apenas unos minutos. Los que dura ese video publicado un sábado de mayo de 2019 en el que fue designado candidato a presidente. Reconozcamos, tuvo su mérito Alberto en reunir bajo ese tren fantasma a Massa, “tomemos un café y terminemos con esto”. Ustedes son muy chicos, pero fuera de ese fugaz brillo la campaña fue accidentadísima, y hasta hubo una semana en que los medios daban por ganador a Lavagna. No importa lo que se haya dicho entonces ni lo que digan ahora, nadie honesto intelectualmente auguraba siquiera la posibilidad de una presidencia aceptable. Dos o tres apariciones en medios durante las semanas previas sugerían un armisticio con Cristina, y apenas eso fue lo que hicieron para allanar el camino al anuncio. No alcanzaba para el beneficio de la duda, que cual bono argentino que promete default, tenía una cuota de ingreso alta. Alberto había sido uno de los mayores críticos de Cristina durante el período del Kirchnerismo Mágico, entre 2011 y 2015, en el que operaba para Massa. Eso no sumaba argumentos sólidos para creer en su palabra, precisamente. Aquella maravillosa jugada, movió la reina, era fácil de anticipar entonces, conociendo a los actores, como un pacto de destrucción mutua asegurada. El peronismo estaba unido y organizado y parte del macrismo ocupado en subir y bajar la montaña. ¿Y si sale bien? Flaco, nuestro candidato es Alberto Fernández. Su curva de credibilidad y percepción es desde los 90s una asíntota hacia cero que gozó de una anomalía que no afectó la proyección. El pico de popularidad de 2020 es una anécdota estadística análoga a las que mancharon todos los gráficos de todos los sectores ese año. La bolsa cayó abruptamente y se recuperó en pocos meses. Los historiales deportivos se quedaron sin campeones o con temporadas reducidas y un asterisco. La cantidad de pasajeros aerocomerciales se recuperó rápido. No la vio el que no quiso, es decir, los que prefirieron imaginar a un moderado, a un pragmático, a un aliado feminista, a un peronista razonable bien vestido o a un posible giro a la derecha neomenemista símil grupo de los ocho. Todos estos pecaron de boludos, de deshonestos, o más probablemente, de una combinación de ambas. Por eso, para quienes no se comieron este chamuyo alemán, nada de lo que se dice ahora, que todo el mundo sabía, suena exagerado. Alberto será para el peronismo y para todos los que fallaron como sociedad un lienzo en blanco para llenar con los peores pecados propios y será expiado como la excepción y no la regla, decepcionante y sorprendente, y no será tratado por la historia como el personaje que develó su libreto ni bien pisó la arena pública. No queda otra que asimilarlo. Rompe las bolas, eso sí, que periodistas acreditados en la Rosada salgan ahora a decir todo lo que se sabía. O mejor dicho, a decir que había mucho que se sabía, sin terminar de especificar. (Si te vas a hacer el canchero poné la papa por lo menos). Más que cancelación merecen la revocación del derecho adquirido a que su voz se venda como calificada. Incluso si limitamos la búsqueda en Twitter de “Alberto Fernández + peor argentino vivo” a abril de 2019, mes y medio antes de que Cristina lo haya ungido, como dicen los chicos ahora, hay docenas de resultados de gente que no se la comió nunca. Que la vio, o sea digamos, porque Alberto Fernández tenía un cartel enorme en letra clara en la frente que decía Alberto Fernández.
Todo esto para decir que todo lo que siga, si la petición en change.org para que larguen el video del ascensor llega al millón de firmas y se hace vinculante, ya estaba cotizado, pagado a cuenta y estipulado. Sólo con la manera en que Alberto pronuncia “prostitutas” en ese video en que habla de Ámsterdam hay elementos suficientes para proyectar gestálticamente que le interesaba menos el sexo que una palabra de amor por contrato. Es obvio que miente Fabiola cuando dice que su hijo encontró los videos. ¿Alberto regalando un teléfono? ¿Va a tener tal acto de generosidad? En ese caso habría registro directo, no filmado desde otro teléfono. Además, el material está descargando desde alguna nube, como se aprecia cuando se pausa por menos de un segundo. La hipótesis de este newsletter habla mejor de la ex primera dama, en algún momento de distracción le revisó el teléfono al presidente y registró lo que encontró. El timing para largarlos denota que está bien asesorada en ese ítem. Hemos visto correr la bola de que esto lleva la firma de la refundada SIDE en acción. Ya quisiéramos, pero la reconstrucción de este organismo llevará tiempo, como veremos más adelante. A Alberto lo operaron con la verdad, si lo que está pasando se puede llamar operar, porque es más bien un devenir inevitable de los acontecimientos. El sórdido operador que metió los dedos en los seguros que contrata el Estado en al menos tres de las últimas cuatro décadas no consecutivas (y apenas declara un Corolla) debió haberse quedado ahí, haciendo gestiones debajo de la mesa. Su destino sería el mismo, quedarla durante un viagrazo en un bulo revocado en melamina escuchando Vivencia, pero nos hubiera ahorrado detalles y vergüenza ajena.
Recuerdo que lo llamábamos "peor argentino vivo" con bastante intensidad cuando era (mil comillas) anti k XD
Brillante. 100% de acuerdo! Gracias!